lunes, 6 de julio de 2009

¿Pecadores?

Desde muy niños ya presentamos rasgos negativos; el egoísmo, la mentira, la envidia. Somos pecadores porque la tendencia a pecar ya viene dentro de nosotros. Somos pecadores no porque nuestros padres nos enseñaron a pecar, sino porque ya desde que nacemos estamos dirigidos por nuestra carne que por naturaleza es pecaminosa (Salmos 51.5).
Si le preguntas a cualquiera si es pecador o si está conciente que lo que está haciendo está mal, casi siempre te dirá: «Pero es que yo soy así porque…», o: «A mí me enseñaron…», o: «Yo no soy tan malo, por ahí hay peores que yo». La verdad es que tenemos dentro de nosotros las peores cualidades que nos pueden convertir en ladrones, asesinos y ultrajadores. Claro que la sociedad no nos enseña que nuestra conducta proviene del pecado, nos dicen que proviene de la crianza, del ejemplo que se nos dio o de cualquier otra cosa que los psicólogos puedan inventar.
Si se nos enseñara la verdad, entonces tendríamos que admitir que sí somos malos por naturaleza, que el pecado viene atado a nuestro corazón. Solo se nos enseña que ciertas malas conductas no son aceptables o dependiendo de tus circunstancias son entendibles. Pero la Biblia dice lo contrario (Romanos 5.13, 14).
¿Cuál es la solución que nos da la sociedad? No es admitirlo, sino esconderlo. Esta bien ser la peor persona del mundo siempre y cuando nadie se entere. Que te digan envidioso es tremendo insulto porque el que te lo digan en la cara no es aceptable. De esta forma, hay miles de cualidades que no queremos que nadie conozca de nosotros. Queremos mostrarnos como personas fuertes y autosuficientes. Dios no nos envió para que seamos fuertes, sino para que seamos débiles. Porque el que es débil, en Cristo halla su fuerza (Joel 3.10; 1 Timoteo 1.12).
Dios es nuestro consolador y no importa cuánto le fallemos, Él nos renueva día a día. Su sangre no solo nos limpia, sino que nos da la fortaleza y la valentía para encarar nuestras debilidades. Cristo te dice: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar» (Mateo 11.28). Solo Él te da tranquilidad cuando enfrentas la tormenta. Ve en pos de Él que te dará el descanso que necesitas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario