viernes, 22 de julio de 2011

Bitácora 18 de julio de 2011

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miércoles, 6 de julio de 2011

Crees que eres Chismoso?

Rosita se justificaba ante sus amigas con gran esfuerzo. Decía: “Yo soy una gente a la que no le gusta el chisme“.

Usted, amigo lector, habrá escuchado a muchos hablar así.

Cuando alguien dice: “A mí no me gusta el chisme”, está tratando únicamente de ocultar su verdadera identidad. Quiere tapar el caldo de cultivo en que de continuo alimenta su mente mezquina. Está sólo haciendo una confesión subconsciente de lo que realmente es. El diccionario define el chisme como “hablilla, murmuración o conversación malsana acerca de una persona ausente”. Hablar a espaldas de la gente es un acto cobarde que sólo descubre la falta de caridad en el alma. El amor, en contraste, cubre multitud de pecados. El que de veras ama no murmura. La gente cuyo corazón esta lleno de amor habla de ideas. La gente insignificante y acomplejada habla de la otra gente.

La Biblia da cuatro características del chismoso 1) falsedad, 2) maldad, 3) voracidad, 4) vaciedad. El que se ocupa del chisme aparenta amistad. Pero en el fondo no es más que un falso. En Proverbios 11:13 Salomón dice: “El que anda en chismes descubre el secreto. Mas el de espíritu fiel lo guarda todo. Note el lector el contraste que este verso establece entre el fiel y el que descubre. El que anda en chisme traiciona la confianza descubre lo que de otra manera se mantendría discreto y está deseoso y muy presto a soltar gratuito las amarras de su venenosa lengua. Su festín más delicioso está en el bembeteo. No se mide para agredir y perjudicar la víctima de su hablilla. El hablador es falso e infiel.

Añadida a esta fea imagen, falsedad, la Biblia adjudica una segunda característica al chismoso. Es la maldad. Dice la Escritura: “El que cubre la falta busca amistad, mas el que la divulga aparta al amigo“ (Prov. 17:9). La separación intencional de amistades es una maldad. Un chisme de por medio ha roto amistades de muchos años. El que usa mal su lengua, aquel que retuerce alevosamente los hechos y coquetea con palabras suaves, es un agente del mal. Es un conocedor del maléfico poder del chisme, el cual usa para apartar a las gentes. Su método es capitalizar en las faltas, sean supuestas o reales, y su motivo es la envidia, la intriga y la perfidia. Con el chisme se enlodan caracteres, se destruyen familias y se dividen congregaciones. El que se presta al chisme sirve a los intereses del infierno y a los planes aviesos del rey de las tinieblas mismo.

La tercera característica con que la Biblia destaca al chismoso es la voracidad. Dice la Escritura: “He aquí un pequeño fuego, ¡cuán grande bosque enciende y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. (Sant. 3:5,6) Si la carne energiza la lengua su voracidad se deja ver pronto, él incendió voraz se hace manifiesto. ¡Qué distinta la lengua puesta al servicio del Espíritu Santo! ¡Cuánta edificación, cuánta unión, cuánta inspiración promueve entre los mortales!

La última característica con que la Biblia destaca al chismoso es la vaciedad. El que anda en chismes es como una nube sin agua, una cisterna seca o una nuez vacía. Santiago dice: “Si alguno entre vosotros se cree religioso y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana” (Sant. 1:26). Esta declaración de Santiago es una amonestación terminal. Debe hacer pensar y debe poner a temblar a cualquiera que se dé el lujo de usar su lengua con descuido. Debe ser una invitación para que uno re-examine la relación que dice tener con Dios, no sea que esté edificando su casa espiritual sobre un fundamento falso.

** Para chismear hay que disponer de mucho tiempo. Se necesita tiempo para fabricar un chisme y tiempo para esparcirlo. La persona ocupada difícilmente invertirá su tiempo en habillas baratas. Lo que uno hace cuando no tiene nada que hacer, indica la medida de su madurez mental y la riqueza espiritual del ambiente en que se desenvuelve.

En el Salmo 101:5 David mostró el método que tenía para parar el chisme. Dice David: Al que solapadamente infama a su prójimo, yo lo destruiré” La Biblia de Nácar Colunga traduce este verso así: "reduciré al silencio al que en secreto detrae a prójimo”. Un hermano sabía silenciar a los habladores. Lo hacía de esta manera . . . antes de que el parlero terminara de hablar le decía: “Un momento . . . vamos a preguntarle ahora mismo a la persona de quien usted habla si lo que usted dice es verdad”. ¡Santo remedio! La manera como un pastor hacia callar a los elementos hablantinos de su congregación era la siguiente: Cuando comenzaban a criticar a alguien, el pastor iba tomando notas de la conversación. Cuando terminaban les decía: “¡Bien, favor de firmar este papel ahora!” ¡Que hubiera más individuos así! ¡Que más hombres y mujeres se armaran de un santo coraje que tapara la boca a los esparcidores del chisme!

Dice el sabio Salomón: “No te entrometas, pues, con el suelto de lengua” (Prov. 20:19). La Nueva Biblia Española traduce este verse así: “No te juntes con el de labios fáciles” El método aducido aquí es el de aislar al que promueve y pasa adelante habillas infames. Dice en Proverbios 26:20: Sin leña se apaga el fuego, y donde no hay chismoso, cesa la contienda.” Se apaga el fuego . . . cesa la contienda. . .No hay duda de que la mejor manera de apagar un fuego es apartando los palos de leña separando sus brasas. Así también se apaga el chisme aislando a los que atizan el fuego de las rencillas, a los que promueven el desamor, los que están cargados de animosidad, los que abiertamente vierten sus raíces de amargura y los que infectan y dividen el pueblo de Dios con sus hablillas envenenadas.

La única forma en que usted y yo como individuos podemos mantenernos a flote y por encima de este vicio, la única forma como podemos lidiarlo con propiedad cuando toque a nuestras puertas, es llenándonos de Dios. Hagamos el propósito de acercarnos más y más a Dios. Profundicemos nuestro cocimiento de El por medio de la lectura y meditación de su santa Palabra. Bañemos continuamente nuestras mentes en las aguas de la oración. Presentemos a Dios por el Espíritu Santo, nuestros cuerpos y miembros como sacrificio vivo. Dejémonos llenar del Espíritu de gracia, de bondad, de fe, de mansedumbre, de paz, de templanza, de gozo y de amor. Así sólo y sólo así estaremos en condiciones de vencer esta tendencia cuando apareciere en nosotros mismos, y así sólo y sólo así podremos “silenciar” radicalmente y “aislar” eficazmente a los que con sus hablillas dañosas envenenan a sus prójimos¨