martes, 16 de marzo de 2010

Hagámonos los mejores amigos de Dios

“Ser amigos de Dios es privilegio de quienes lo reverencian” SALMO 25:14

Adán y Eva disfrutaban una amistad íntima con Dios. Sin los estorbos de la culpa o el temor, Adán y Eva se deleitaban en Dios, y él con ellos. Dios nos creó para vivir continuamente en su presencia; pero después de la caída, esa relación ideal se estropeó. Sin embargo, puesto que nuestra salvación está asegurada por Jesús y su Espíritu Santo está en nosotros, ahora podemos ser amigos de Dios.

“Porque si, cuando éramos enemigos de Dios, fuimos reconciliados con él mediante la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón… seremos salvados del castigo de Dios por su vida! ROMANOS 5:10.

La amistad con Dios se cultiva cuando compartimos todas nuestras vivencias con él. Dios quiere ser más que una cita en nuestra agenda. Quiere ser incluido en cada actividad, en cada conversación, en cada problema y hasta en cada uno de nuestros pensamientos. La amistad se cultiva compartiendo experiencias: alegrías, tragedias, desafíos, rutinas, las buenas y malas. Cultivamos la amistad con Dios del mismo modo: pasando juntos el tiempo mientras interactuamos, conversamos, escuchamos y vivimos diversas circunstancias en común.

Es imposible ser amigos de Dios si no sabemos lo que dice. No podemos amar a Dios si no lo conocemos, y no podemos conocerlo si no conocemos su palabra. Si bien no podemos pasarnos 24 horas estudiando la Biblia, podemos pensar en ella durante el día, recordando versículo que hemos leído o memorizado y reflexionando en ellos. Dios consideraba a Job y a David sus amigos porque valoraban su Palabra por encima de todas las demás cosas, pensando en ella continuamente en el transcurso del día.

“¡Cuanto amo yo tu ley! ¡Todo el día es ella mi meditación! SALMO 119:97.

Otra manera de cultivar la amistad con Dios es ser sinceros con él. Dios no espera que seamos perfectos, pero sí insiste en que seamos completamente sinceros. Si la perfección fuera un requisito para ser amigo suyo, nunca podríamos serlo. Es una dicha que, por la gracia de Dios, Jesús todavía sea “amigo de pecadores” MATEO 11:19. En la Biblia, los amigos de Dios fueron sinceros con respecto a sus sentimientos. Esta franqueza no parecía molestarle a Dios; es más, la estimuló.

Conocer y amar a Dios es nuestro mayor privilegio, y el mayor placer de Dios es conocernos y amarnos.

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